Terapia infanto-juvenil

Psicología infantil y Psicoterapia de adolescentes

Los niños y niñas, los y las adolescentes,  son esponjas en continuo aprendizaje. Su capacidad de absorción de información, actitudes, valores y acciones del mundo que les rodea, y su proceso de sumar aprendizajes necesarios para enfrentarse a la vida, son las características que más definen a la infancia. Esas características suponen, en ciertos momentos o contextos, un gran reto, comprometiendo el desarrollo de los pequeños.

En primer lugar, la terapia infantojuvenil tiene como base fundamental la protección de los niños y niñas cuando se tratan de esponjas expuestas a aguas con algún grado de toxicidad. Los niños y las niñas son esponjas que absorben información de todos los contextos a los que están expuestos. Todos están expuestos a dos tipos de contextos: macro y micro. Los contextos macro son los ambientes más generales, todo lo que corresponde a su contexto socio-económico (el entorno, la ciudad, el país, el momento histórico…). Los contextos micro son aquellos en los que se mueve cada pequeño (su familia nuclear y extensa, su escuela, sus amigos, el parque al que va a jugar, etc.). En ocasiones, estos contextos tienen características o agentes que generan daño en los niños y las niñas, por lo que la terapia infantojuvenil tiene como objetivo identificar y reparar este daño, así como favorecer una actitud de resiliencia en los pequeños.

En segundo lugar, la infancia es la etapa de aprendizaje por idiosincrasia. Los niños y las niñas están expuestos a una gran cantidad de aprendizajes de diferentes tipos, y este aprendizaje es, por lo general desigual. El papel de la terapia infantojuvenil es, por este lado, consiste en dotar a los peques de habilidades socio emocionales que les favorezcan tareas tan importantes como la gestión emocional y las relaciones sociales.

los menores raramente acuden por demanda propia, sino que son los progenitores u otros adultos cercanos (tutores, profesores, pediatras…) quienes muestran la preocupación, y acuden con los pequeños a consulta. 

Por ello, si normalmente nuestra labor como psicólogos y psicólogas es la de descubrir los códigos y el funcionamiento de cada persona con la que trabajamos, y adaptarnos a ella, en el caso de la terapia infantojuvenil, podríamos decir que la adaptabilidad es la piedra angular de la intervención. Esta adaptabilidad es crucial para entender el momento del desarrollo en el que se encuentra cada menor, las necesidades que presenta y, sobre todo, la manera en la que ese menor se siente más cómodo trabajando.

La adaptabilidad y la flexibilidad inundan la terapia infantojuvenil, pudiendo afectar a diferentes aspectos de la intervención. 

Por un lado, al papel que tienen los progenitores o adultos de referencia en el proceso, pudiendo oscilar entre un reparto igualitario (se atiende por igual a menores y adultos), desigual (la mayoría del tiempo se atiende a los menores pero se destina un espacio de la sesión para hacer partícipes a los progenitores) o nulo (los progenitores no participan en el proceso terapéutico). Esta adaptación se hace en función de las características del problema, de la edad de los menores y de la disponibilidad de los adultos.

En resumen, los niños y las niñas, los adolescentes, son esponjas en continuo aprendizaje, un aprendizaje que en muchas ocasiones olvida las habilidades emocionales y sociales, generando dificultades en los menores. La terapia 8psicológica tiene la función de crear un contexto de andamiaje para generar un desarrollo sano a nivel emocional y social, desde una relación positiva y una propuesta de actividades motivadoras. 
Problemas que pueden aparecer en esta etapa: miedos, dificultades en el control de esfínteres, problemas de conducta, dificultades de relación, baja autoestima, depresión, hiperactividad, dificultades en el desarrollo y aprendizaje, entre otros. 
 

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